viernes, 9 de mayo de 2014

Parches de memoria (Relato ambientado en Infinity)

Bueno, pues parece que es hora de otra de esas entradas literarias que tanto arrasan por aquí (¿verdad, Segis?) y que os hacen soñar a todos. Con este relato se abre la veda en este nuestro blog para tratar un nuevo sistema de juego que estamos probando algunos miembros. Este sistema se llama Infinity y es un juego de escaramuzas futurista con estética manga, muy rápido, interactivo y con un fuerte componente narrativo. Como no es mi tarea prepararos una introducción con papeles (ese honor le corresponde al bueno de Ronda) simplemente me limitaré a poneros una cadena de relatillos cortos ambientados en su trasfondo para ir abriendo boca. Si queréis ver más os podéis pasar por el foro oficial de Infinity, donde cada semana intento colgar uno nuevo. Espero que los encontréis interesantes ;)

Sin más dilatación:

-¿Qué van a tomar?- preguntó el camarero desde atrás de una PDA arcaica. Toqueteaba la pantalla con desgana, ayudado por un lápiz de grafito. Link se fijó en la camisa blanca surcada de manchas antes de contestar

-Dos cervezas, de lata- El hombre, surcado de arrugas prematuras alzó una cara de azteca que parecía en conflicto con un par de ojos prostéticos retroiluminados.


-¿Qué sabor?

Una de las cosas que más molestaban al agente era la imposibilidad de hacer algo sencillo dentro de Bakunin

-Dos cervezas, con sabor a cerveza- miró de reojo al hombre que tenía sentado al lado. Parche  le devolvió una mirada nerviosa desde su único ojo sano. La verdad era que para vivir allí parecía demasiado normal. El camarero picó un par de veces en su dispositivo y acompañó el movimiento enseñándoles el dedo corazón, surcado con traducciones para casi todos los idiomas de la palabra “jódete”-¿Por dónde íbamos?

Parche tamborileó sobre el pvc gris de la mesa durante unos instantes. Cuando alzó la cabeza esta había tomado un color muy parecido al de la lejía

-Y entonces sonó la alarma, es lo último que recuerdo. Al terminar la acción tuvimos que pasar por una sesión de borrado

-¿Qué tipo de borrado?

-No me acuerdo, oficial- La voz de Parche sonaba ofendida –No pretendo entorpecer su investigación

-Lo siento, tenía que preguntarlo, no quería tomarle el pelo, Rubeus

Parche, Rubeus, seguía rígido en la silla, tenía cara de soldado. Rostro duro, barba de tres días y un parche completamente negro, tan sobrio como su portador. Era un tipo particular, de facciones mediterráneas, no parecía sobrarle ni una tira de piel sobre los prominentes pómulos ni bajo la guerrera del cuerpo de moderadores. Link no tenía ni idea de cómo un tipo como él vivía en aquella nave y no en Corregidor, pero en su trabajo podías esperarte cualquier cosa

-¿Quién estaba al mando de tu grupo?

-Lena Gregorio, 4º de Securitates

-¿Sabes dónde está ahora?

-No la he vuelto a ver, a ninguno de ellos

En ese momento irrumpió el camarero, con la amabilidad de un alambre de espino arrojó dos latas de cerveza a la mesa – Aquí se paga en el acto

-Muchas gracias- Link dejó un par de billetes encima de la mesa y agarró su bote. Esperó a que el camarero se alejara con su dinero corregidoreño para continuar su interrogatorio- ¿Sabes quién te hizo ese borrado? Cualquier detalle será de ayuda

-Se la ha agitado- Parche parecía un tipo sagaz, su único ojo estaba fijamente clavado en los del agente de inteligencia- Pinche cabrón

Link tiró de la anilla de todos modos, llenando la mesa de espuma blanca. El ruido del bar continuó ajeno al accidente, la atmósfera cargada llena de gritos y de risas.

-Estas cosas pasan

-Sí, ya

-¿Entonces, no puedes contarme más?

-No, es todo lo que hay

-Acábatela rápido, soldado, te vienes conmigo

-Lo suponía, pero tengo una familia, señor

-Serán unos días, por desgracia, a la agencia le gusta preguntar las cosas dos veces

-Esto es una putada

-Lo sé, permíteme recompensarte con un poco de diversión- Link giró la cabeza en dirección al camarero, que se entretenía tras la barra hurgándose las uñas

Parche esbozó una sonrisa y, levantando la cerveza con una mano grande como una pala, gritó-¡Larga vida a Corregidor, carajo!

Pasaron al menos 3 horas bebiendo y compartiendo anécdotas de la vida militar, ninguno de los dos necesitaba aclarar que las de Link eran todas falsas. Parche tuvo la delicadeza de reír cuando tocaba y soltar algún taco que otro en el momento adecuado

Cuando la mesa estuvo llena de latas espachurradas y colillas de tabaco Santa María aplastadas, el agente de inteligencia se levantó y le hizo una señal al moderador para que lo siguiera

-Supongo que vas armado

-Oficialmente no, compadre

-Yo tampoco, vamos a la parte de atrás

Los dos soldados atravesaron el ampuloso bar, cuya atmósfera estaba todavía más cargada que antes, aunque mucho más silenciosa. Arrastrando los pies y dando síntomas de embriaguez, le dedicaron una sonora retahíla de insultos al camarero del dedo tatuado y los ojos iluminados antes de salir del local.

Link empujó la pesada puerta de atrás con el hombro y salió tambaleándose a un corredor mal iluminado. Parche le vio meter la cabeza en un contenedor y lo oyó desalojar una cuantiosa cantidad de bebida. El veterano soldado se recostó contra la pared y respiró hondo. Hacía tiempo que no encontraba un tipo tan simpático en el ejército, aunque fuese un jodido sabueso de la Mano.

-¡Jódete, mamonazo!- Sin previo aviso, una ráfaga de punta hueca le atravesó el pecho, la cabeza y la entrepierna. Una pistola automática había vaciado un cargador anormalmente grande desde las manos del camarero con la camisa llena de mierda, que había aparecido en el marco de la puerta de atrás

-¿Dónde está tu coleguita, cabrón? ¡Jódete, hijoputa, jódete, coñooooo!- El sujeto empezó a propinarle patadas al montón de restos sanguinolentos que un momento antes habían sido Parche, Rubeus Hardway, padre y esposo

-Joooooder, tío, ¿tienes licencia para esa mierda?- Link lanzó una patada contra el estómago del sujeto con la delicadeza de un bate, agarró el brazo arremangado y lo lanzó contra la pared de enfrente. El camarero salió despedido y se estrelló contra la pared de un tugurio similar al que habían abandonado. El agente pisó con fuerza el pecho del camarero y apuntó una pistola de pequeño calibre a su cabeza

Los ojos del operador Vortex brillaron con su propia luz verdosa mientras se clavaban en los de la verdadera presa

-Dime dónde está Boskovich, hijoputa


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La viuda vivía en uno de los sectores más normales de la nave, demasiado pobre para excentricidades. En esa zona siempre hacía calor, demasiado cerca de los motores. Nunca llovía, muy pocos de entre los que allí habitaban habían sentido caer el agua del cielo sobre sus cabezas.

Link se había mojado muchas veces, había pisado muchos planetas durante su carrera y había hecho muchas cosas atroces. Antes o después había sentido ese manto húmedo sobre sus hombros. La mayoría de las veces se sintió un poco más limpio, un poco más inocente.

En la nave aquello no parecía probable. Los termostatos automáticos programaban ciclos de humedad, presión y temperaturas diferentes durante un año estándar, pero como todo en la nación Nómada, hasta el olor resultaba artificial. Encendió uno de esos cigarrillos, la Santa María lo miraba desde el paquete, pero en sus ojos no había asomo de piedad.

-Siempre igual, mala puta.- El agente escupió un flemón y se llevó el pitillo a la boca. Se quedó mirando la imagen durante unos segundos- Tú dejaste morir a tu hijo, lo tuyo es peor.

Lo cierto es que él mismo había permitido que un par de chavales empezasen a cobrar la pensión de orfandad, debería pagar por ese pecado.

Disfrutó de las azuladas nubes de humo, que flotaban en la pequeña plaza ahogada entre bastos módulos prefabricados, todos idénticos, todos grises. Olía a comida, que se filtraba por pequeñas ventanas acompañada de risas y gritos infantiles. No le gustó la idea de que alguno de ellos pudiesen ser los que estaba buscando. Una adolescente lo miraba con gesto provocativo desde los carteles pegados en los muros de cemento sin pintar y otra adolescente, mucho menos atractiva, lo hacía desde un puestecillo de comestibles. Por su cara, Link supo en qué estaba pensando. Un oficial vestido de gala en un suburbio como ese tenía la palabra muerte escrita en la frente. Agachó la cabeza para no mirarla ni un segundo más y se encaminó a la casa que estaba buscando. Lo malo de los pecados es que se pintan en todos los ojos.

El GPS lo mantuvo dando vueltas al menos durante una hora. Sería el hormigón o algún chaval jugando con un dispositivo ilegal. Renunció a la aplicación y empezó a llamar a las puertas. Muchas permanecían cerradas, manteniendo la fachada fría y homogénea. Alguna que otra se abrió y todo tipo de personas lo escudriñaron con miedo. Coptos suplicantes, centroamericanos ceñudos y algún que otro subsahariano consiguieron encaminarlo en la dirección adecuada por aquel laberinto. Llegó ante la puerta 14 del cuadrante 8,23. A izquierda y derecha se alzaban las puertas 12 y 15. Link se permitió una sonrisa irónica ante aquel hecho irrefutable. Él era la mala suerte encarnada, que llamaba a una puerta equivocada.

Miró su reflejo en el marco de latón pulido y se arregló el cabello azulado, oscuro y bien cortado. Los ojos verdes no brillaban esta vez, la nariz aguileña y la barba afeitada. El uniforme estaba perfecto, aun así se arregló la corbata. Olía demasiado a tabaco, era lo que le gustaba de esos cigarrillos, encendía uno y el olor se pegaba a él devota y mansamente, rodeándolo con el abrazo de un viejo conocido. Pulsó un timbre raquítico.

-Buenas tardes…- en el quicio de la puerta había aparecido una mujer negra, muy alta y delgada, vestida con una túnica de lino teñida de violeta, la cara equina perforada múltiples veces. Sus ojos almendrados se humedecieron en cuanto lo reconocieron y la boca susurró un nombre que nadie más oyó.

-Buenas tardes, señora Hardway. Quisiera hablarle de su marido…

Media hora más tarde abandonó la casa en un silencio desolado. La atmósfera pesaba sobre sus hombros, el uniforme lo incomodaba y ya casi no le quedaban cigarrillos. Mantuvo los demonios que había acabado de visitar a la espalda y se encaminó en línea recta hacia la salida de aquel laberinto homogéneo y alicaído. El olor a comida seguía flotando, pero ya no se oía nada. El silencio zumbaba en sus oídos con un deje acusador. Apretó el paso hasta que encontró un taxi, una de esas pequeñas cestas tiradas por un joven en velocitador. El muchacho se quitó la gorra al verlo y no lo llevó a dar ningún rodeo, su traje volvía diligentes a casi tantas personas como ahuyentaba. Sentado en la precaria estructura recibió la llamada de Amanda:

-Nena…-la voz de Link era un susurro lastimero- Amanda…

Al otro lado de la señal se oía una respiración pesada, Amanda Duncan, como siempre hacía, había olido los fantasmas que acechaban a su marido y, como siempre, acudía a la llamada

-Mira, cariño, si puedo hacer algo por ti…-seguía sin recibir respuesta- Si no me dices nada voy a tener que colgar, no te enfades, ¿vale?

-Link…- al fin oyó su voz. Ella había estado llamándolo esporádicamente durante un mes y aquella era la primera vez que le hablaba- Oye, Link, lo siento

-No te preocupes, Amanda, yo también lo siento, lo sabes, ¿verdad? ¿Estás bien? Sabes que si me necesitas…

-¿Podemos vernos?

-Sí, claro… ¿dón…?

-Donde siempre, te invito yo, ¿vale?

-Por supuesto, por supuesto

-Link…

-¿Amanda?

Ya no obtuvo respuesta. Llevaba mucho tiempo sin oír su voz y esta lo había demolido

-Tenía que ser hoy, grandísima hija de…

Llevó la mano izquierda sobre la derecha y se acarició el anular. Hacía tiempo que había tirado el anillo. Sus pensamientos lo habían abandonado y se habían ido con ella. Amanda Duncan lo había fascinado desde que se vieron por primera vez siendo niños. Tenía ojos de gata, altivos, amenazadores. Nunca se había cortado el pelo voluntariamente, solo durante la epidemia de piojos que azotó su barriada lució una cabeza pelona, la más hermosa que él hubiera visto nunca. Crecieron juntos, pero por caminos distintos. Uno se enroló en el cuerpo de alguaciles de Corregidor, otra permaneció en Bakunin, cada vez más indomable. Se labró un puesto en política, defendiendo los derechos de cualquier cosa que se moviera y de casi todas las que no lo hacían.

Link se sentía atado a ella, perdidamente enamorado de la anomalía que representaba en su vida. Nunca supo cómo la convenció, pero antes de ser mayores de edad estaban casados. No tuvieron hijos, cada uno ocupado en sus guerras. Solo les quedó un amor que se volvía distante con los años, permaneciendo separados cada vez más tiempo. Luego llegó la Mano y Amanda descubrió que no podía amar a quien no era capaz de respetar. Para ella su marido había traspasado el umbral. No era un arma esgrimida por otro, era un agente propio, inmoral y sometido a un poder establecido. La cuerda se tensó demasiado y ella decidió cortarla cuando su marido no pudo mentirle por más tiempo. La noche en la que se presentó ante su mujer borracho, colocado y farfullante confesó el asesinato de uno de sus compañeros de partido. La Mano no había tenido nada que ver con ello, como todo el mundo creyó. Link había actuado por su cuenta cuando los vio yacer juntos.

Amanda lo echó de su casa, arrebatada por una furia terrible y herida, lo había eliminado de su vida durante siete años. El agente no sabía por qué lo había rescatado del olvido, pero no sabía cómo iba a afrontar la situación. Además, estaba lo de Verónica…

Sumido en esos pensamientos llegó a su habitación en un hotel de una zona apartada. Pensó darse una ducha y deshacerse de ese uniforme, que solo se ponía después de que alguien muriese. Subió las escaleras cabizbajo, con piernas cansadas, y entró en su apartamento. Todo estaba en silencio y tal como lo había dejado. El piso franco se suponía seguro, pero esa seguridad estaba acompañada de un punto impersonal

La ducha no lo ayudó a relajarse, así que encendió otro cigarro mientras se ponía una camisa y unos pantalones. Quería impresionar a Amanda y ella siempre decía que fumar le daba mucha personalidad. Debería comprar otro paquete de camino al pub

Salió de la habitación y pidió un taxi de verdad. Paró delante de un pakistaní cercano a su destino

-Un paquete de Santa María

-¿Light, con sabor a seresa?

-No, normal, siempre con lo mismo, demonios

-No ti lo tomes a mal, Link, era una broma

-Dame el puto paquete de una vez, Ahmid

Ahmid sonrió divertido desde detrás de una barba encanecida y espesa, se limpió las gafas de doctor con la camiseta oficial del Señor Massacre antes de sacarle un paquete de debajo del mostrador

-¿Ti gusta? Han cambiado el diseño

Link miró la Santa María sustituta. La túnica le caía por un hombro y una melena rizada le enmarcaba un rostro donde brillaba una sonrisa pícara. Esta nueva efigie se parecía más a una putilla que a una santa, pero consideró esa sonrisa como un buen augurio

-Sigue dando el mismo jodido cáncer. Estos desgraciados no se van a reír de mí- Cogió el paquete y se lo restregó por la entrepierna- Ahora sigue causando cáncer, pero está bendecido

-Ispero que nunca me bendigas, pequeño cabrón sacrílego- dijo el viejo agarrando el billete corregidoreño y guardándolo en su bolsillo

-¿Y el cambio?

-Is un hombre virtuoso el que deha buena propina

-Joder, y tan buena, era de 50

-Por ser tan buen cliente te rigalo uno de seresa

-Fúmatelo a mi salud. ¿Cómo están Fátima y las niñas?

- Muy bien, fumarán a tu salud, viejo amigo

-Assalamu alaikum

-Y contigo

Link se dio media vuelta, empujó la puerta del local y rasgó el paquete. Se metió en el taxi y encendió un cigarro. Sabía más dulce de lo habitual, tendría que buscar un cargamento de los antiguos. Menos mal que estaba en Bakunin

-Oye, Polo, ¿no puedes poner otra cosa?

-Espérate, hombre, que van a dar los resultados de Aristeia- Polo le respondió desde el asiento del conductor a través de sus gruesas gafas de sol. Tenía una sonrisilla optimista, se habría jugado una buena pasta

-El Massacre vs McMurrough III no es hasta dentro de dos semanas

-Ya, pero la pasta de verdad se hace con las ligas menores, que están menos mediatizadas

“Y más corruptas” pensó Link mientras la locutora gritaba con voz chillona los nombres de un montón de don nadies que se empeñaban en matarse delante de gente

-Me cago en la puta, ese Girondo es un asesino frío como el hielo. Se ha cargado a Vinni el Sangriento en el primer round, me ha jodido la combinada

-Pues yo hoy no te voy a dejar propina, por listo

-Todo en contra del obrero

Llegaron al pub antes de que acabasen la conversación sobre el desempate que se iba a librar en 15 días. Mientras Polo defendía la técnica de Massacre Link argumentaba que la pegada de McMurrough era demasiado superior, incluso para un regenerante. El taxista aparcó delante de una cristalera con el cartel de "Utopía" colgando encima. El agente abrió la puerta y escudriñó el interior del pub. No estaba demasiado lleno, pero él sabía hacia dónde mirar. Pegada a la ventana había una pequeña mesa circular, una silla vacía y una ocupada. Los ojos de Amanda Duncan lo asaltaron con la virulencia de siempre. Estaba aún más guapa de lo que recordaba, llevaba un vestido blanco demasiado corto para que él pudiera pensar en otra cosa. El cabello, enredado en trenzas, moños y recogidos de todo tipo, brillaba esta vez rojo como el fuego, enmarcando una sonrisa aceitunada y triste a la que Link respondió como pudo.

Cuando se giró para pagar a Polo sintió una vibración en el brazo.

-No, joder, no, hoy no, ahora no- Alzó el antebrazo y reconoció el log in de la agencia, no podía ser verdad

-Ha cantado

-¿Y qué? Tómale declaración, estoy demasiado ocupado

-Creo que deberías ver esto tú mismo

-No me jodas, Verónica

-¿Te suena el nombre de Héctor?

El nombre que había estado buscando durante tres meses aparecía por fin. Había renegado de encontrarlo después de que todas sus líneas de investigación acabasen en sesos reventados y callejones sin salida, pero ese maldito azteca sabía algo de él. ¿Y qué cojones tenía que ver con Boskovich?

-Voy para allá. Polo, ya sabes a dónde

-¿Y Amanda?

"Amanda"

Los ojos se le nublaron cuando se apoyó sobre el cristal de la "Utopía", susurró las palabras que susurraba siempre

-Amanda... nena... Lo siento

Amanda Duncan solo se permitió echarse a llorar cuando el amor de su vida hubo desaparecido dentro del taxi rojo y negro


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-¿Estás seguro de lo que dices?

Henrique Carbonell se removió incómodo en la dura silla metálica a la que estaba atado. Una venda apenas conseguía tapar el fulgor de sus ojos, los cuales seguramente podrían ver a través de ella. Sus secuestradores contaban con ello

-¿No te daba la plata para las orejas o qué? Que si estás seguro, mamón

Link golpeó con su dedo índice varias veces sobre la camisa de Henrique. A las manchas de grasa se les habían unido otras de sangre. A las del pantalón se les habían unido otras de otro tipo

-Ya se lo dije, joder. A sus putos compañeros, Boskovich está aquí

-Yo no lo veo- Link le hizo una señal a Clancy para que golpease él el pecho del prisionero

-Además, fijo que está muerto y me la quieres colar

-Él fue el que me hizo los ojos, y no tienen más de 2 meses, se lo dije al matón ese que apesta a frijol

-Puede que a ese gordo hijoputa de Clancy te lo cameles, pero a mí no ¿Cómo va a hacer Boskovich unos ojos como esos si no puedes ver a través de unas medias?

La voz del prisionero temblaba de ira y cansancio. Entre los dientes desparejados escapaban salivazos

-¡Pues él lo hizo, mierda! Tengo su dirección en mi casa, vamos a por ella si quieres

-Ya no

-¿Ah, cogiste la dirección? No te puedes colar en mi casa sin una orden. Esto no es Tunguska, puto Dedo

-Digo, que ya no tienes casa

-Joder, joder, joder

-Oye, para de llorar y dame la dirección, ¿vale? No tengo toda la noche

-No la tengo… joder… vale, te la intenté pegar –confesó Herique. Debajo de la venda se lo empezaba a notar hundido. Link se apiadó de él durante un segundo, pero el rostro de ese tal Parche se le aparecía cada vez que sucumbía a ese pensamiento. El cabrón azteca había matado a un veterano ya retirado… ¿O había sido él? ¿Por qué no hubo previsto aquel tiroteo en el callejón?

-Entonces, ¿qué?

-Mira… quiero hacer un trato

-Yo no

-Dame un respiro, tío

-No hago tratos con los cabrones que se pulen un héroe de guerra, Henry

-No me jodas, por favor. Mira, ¿hacemos otra cosa, sí?... Yo te digo todo lo que sé y cuando lo pilles hablamos… ¿Sí? ¿Qué me dices, Cowboy?

-Que me la sigues queriendo jugar, maricón

A una señal suya, Clancy se plantó delante del sudoroso azteca y le propinó un par de guantazos para volver luego a su posición original detrás de la silla metálica. Link soltó un gemido de dolor y dijo:

-Joder, sí que tienes la cara dura, sí. ¿Boskovich te cambió los sesos por titanio?

-¡Está en Praxis! ¡Sector 9,74!- Henrique escupió sangre sobre la desastrada camisa

-Ya hemos mirado todo Praxis, dos veces

-Pero no con estos ojos, capullo

Esta vez fue Link el que lo golpeó

-Un respeto a la autoridad

-Vale, vale, vale. Tranquilo tío, tranquilo. Quería decir que con estos ojos puedo encontrarlo

-Pues vamos hombre, haber empezado por ahí, a ver si te crees que yo esto lo hago por gusto. Clancy, reúne al equipo. Esposa a este cubo de mierda y cuélgale un par de ambientadores, apesta a Pupnik

Hora y media después se encontraban en la trastienda de un local de tatuaje. El cabrón de Henrique había hecho una seña al dependiente nada más entrar. Link disparó en cuanto ese hijoputa sacó un cañón del 50 detrás del mostrador y el tipo aguantó las 2 balas en el pecho y la de la cabeza. Las convulsiones no le impidieron volarle la tapa del cráneo al azteca antes de caerse hacia atrás. La inspección no arrojó ningún resultado más y el agente de la Mano empezaba a estar cabreado. Uno de sus chicos se acercó y señaló con la cabeza la pared que se alzaba ante ellos

-Es la única que no está pintarrajeada

-El escáner no dice nada, ¿no?

-Manso como una zorra el día de paga

-Pon una puta carga y vuela esta mierda

-Pero ha sido la única pista en mucho tiempo…

-No le hagas caso, Crank, seguid buscando

La voz de Verónica parecía irritada a través del Comlog, como siempre que se quedaba fuera de las misiones de campo

-Me cago en la puta, aquí el jefe soy yo, no tú, Vero

-Estás dejando que se nos escape la liebre, Link. Estás demasiado nervioso, Henrique ha muerto por tu imprudencia. Sabes que esto no es el procedimiento correcto y que nos estás jodiendo a todos

Link sacó uno de los pocos Santa Marías que le quedaban en aquel paquete nefasto. El tenue dulzor del humo no lo ayudaba a alejar la sensación amarga que lo invadía desde que tuvo que volver la espalda a Amanda. Tener a Verónica Falco al oído no mejoraba las cosas

-¿Entonces te ocupas tú?

-Sabes que sí

-Bueno, yo me abro, ¿vale?

-Cuando acabe me paso por el hotel

-No

-¿No?

-Digo que no voy a pasar la noche allí… Chequearé los contactos en Agnosia y Levine otra vez… Lo mismo Henry tenía amigos escondidos en algún sitio

-Como quieras, capitán… Crank

-Dime, monada

-Barred el local otra vez. Fotografiad y clasificad todo lo que no esté pegado al suelo. Quiero que Face se disfrace de ese pavo del mostrador y se quede en la tienda, que parezca todo normal. Traed las petacas de los dos sospechosos y dejad un equipo vigilando los alrededores. ¿Entendido?

-Alto y claro. ¿Qué hacemos con el jefe?

-Dile a Polo que lo siga

-Sus órdenes, milady

Crank se quedó observando cómo su capitán salía por la puerta del cuchitril, pisando las manchas dejadas por la cabeza del único tipo que había confesado saber dónde se encontraba Boskovich. Por lo que él sabía, Boskovich era la clave para llegar hasta Héctor. Lo que ese tal Héctor tuviese que ver con la inteligencia Nómada sólo lo sabían los Vortex y a Crank no le apetecía meterse en medio. Se limitó a suspirar con resignación y a mirarle el culo a Nadalee mientras retorcía la cadera para fotografiar a quién coño le importaba qué.

-Un día tú y yo saldremos a bailar, Lee

La respuesta fueron un par de fotos lanzadas con flash contra su cara. En ellas se lo veía a él y al fondo la única pared limpia del local




-¿Se han ido ya?- preguntó una voz nerviosa con un fuerte acento eslavo

-Parece que no, Doctor

Un par de individuos, agazapados contra una puerta oculta temblaban de miedo y expectación. El Doctor Boskovich, apoyado en el pecho de su servidor miraba inquieto a todos los rincones del oscuro laboratorio clandestino. Miltra, en cambio, mantenía su poderosa cabeza de cabra apoyada contra la pared mientras cubría al doctor con un brazo musculoso

-Pero se irán pronto, ¿verdad?

-Claro que sí, Doctor, todos se irán

-Pero tú te quedarás, ¿a que sí?

-Cuente con ello, Doctor, cuente con ello…


Esto es todo por el momento, espero que os guste. Os dejo unos cuantos links:

Página oficial del juego: http://www.infinitythegame.com 

Hilo correspondiente a "Parches de memoria": http://infinitythegame.com/foro/index.php?/topic/10030-parches-de-memoria/

3 comentarios:

  1. Bravo! Me han gustado. Me he quedado con ganas de más. Así que ya sabes... XD

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    1. Bien!!!
      Por fin me la conseguí terminar de leer en el metro xD
      Apoyo la mención anteriormente descrita.
      Y sabes donde seguir escribiendo sin miedo=P
      Serás mi maldita competencia xD
      pd: pon las etiquetas !!! xD

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