Los días pasaban, pero el sueño continuaba. Seguía llegando a esa parte donde moría y me despertaba. Sangrando...siempre me hallaba. Unos días por mordiscos, otros por clavarme las uñas...hoy le tocó a la nariz.
El médico de la academia, no le daba importancia, peores traumas había visto. Con estos tiempos disformes que corrían. Lo raro es que no me hubiera suicidado, o matado a algún compañero.
La jornada seguía día tras día, de clase al campo de prácticas , del campo a clase y por la noche esa pesadilla.
El color blanco empezaba a apoderarse de mi.
Los arañazos a marcarse, las heridas a hacerse patentes. Los interrogatorios antes de clase, rutinarios.
Y así transcurrió el penúltimo semestre antes de mi graduación.
Entre nuevas rutinas, sanguinarias pesadillas y un imponente comisario, que según pasaron los días, hasta con cariño lo veía.
Empezaron a ocurrir esos extraños sucesos.
Muertes, desmembramientos , mutilaciones , cercenaciones y un sin fin de atrocidades que nos describían en clase.
Regueros de sangre empezaron a vislumbrarse en los corredores...
Empezaban a faltar alumnos y oficiales.
El médico me convocó para preguntarme di seguían esos sueños...
Para su estupor, no fue así.
Encerrado en una celda acabe, custodiado por ese imponente comisario...y los sucesos continuaron...
Y continuaron...
Hasta que las voces empezaron a resonar también en mis hermanos.
Ya no habia duda alguna, la guerra nos habia alcanzado ya.
Las llamadas de auxilio a las flotas de marines empezaron a transmitirse.
Mientras tanto, el sol empezó a oscurecerse.
Un zumbido comenzó a escucharse proveniente del cielo.
Las alarmas empezaron a resonar, la invasión tiránida acababa de empezar...
Lt.Segismundo